El proyecto se introduce cuidadosamente en el lugar y su entorno, aprovechando los árboles existentes como límites visuales y protectores. Esto genera dos ejes: uno social y abierto, conectado a una espectacular vista del campo de golf y uno reservado y cómodo, enfocado en la convivencia familiar.

El lenguaje lo define claramente la pureza de la materialidad envolvente y la inclusión de tonalidades terreas. De igual forma, todo elemento funciona estructuralmente, cumpliendo así varias funciones técnicas.

Las áreas sociales y privadas de la casa se comunican mediante un recorrido entorno a un cubo de luz. Su escala, altura, color y capacidad de recibir y distribuir la luz, generan diferentes ambientes. Al entrar, nos recibe de forma alegre y energética; al caminar, nos presenta la vegetación, el orden y la artesanía de sus materiales; al subir, los tonos que bañan el interior son sutiles, reflexivos y; en el segundo nivel, es fresco e íntimo. El rebote de luz, así como la percepción de cada uno de estos espacios, se va transformando a medida que el día se convierte en la noche.

La arquitectura se encuentra en el proceso, sin el, no hay obra. El proceso es colectivo, productivo; mediante el, se aprende y educa; se refina la técnica. Debe de ser siempre un motivo de reflexión multidimensional.

Esta obra es de tod@s los que participaron en ella.